Bondad, belleza e inocencia. Y un sentido espiritual de la palabra cielo, que siempre concluye con un beso a la tierra que domina, aunque nunca sea un beso. Más una ilusión, esa que invade nuestro cuerpo cuando la botella recién descubierta queda abierta. Bondad por sus aromas, fruta negra y dulzura. Y su belleza, que va de tus ojos a la boca. E inocencia, juventud despierta. Sota els Àngels siempre vivirá entre un horizonte azul que desparrama los colores blancos de las nubes en las que se asientan los ángeles. Y bajo los ángeles duerme este vino. Y sus estrellas. Un sentido espiritual de la gracia que agranda toda cabernet sauvignon anclada próxima a Francia. Queda la materia, fortaleza. Queda el cuerpo, potencia. Queda su longitud, eterna en boca. Que nunca desaparezca. Y ese horizonte que junta blanco con azul y el color tierra domina Sota Els Àngels. Todo es presencia. Si sólo me dejasen tres palabras, les cedería dulzura, frescura, finura. Dos más. Pura belleza.
Juan Fernández-Cuesta | Diario ABC | 24 de septiembre 2011